El prelado tucumano José Eusebio Colombres (1778-1859), fue gobernador de la diócesis de Salta, desde 1859. En sus “Virutas históricas” (1929) Francisco Centeno narra cierto ruidoso incidente que lo enfrentó con las Carmelitas Descalzas, cuyo convento de Salta conducía, desde su instalación en 1846, Sor Josefa Catalina de Santo Domingo.
Consideró el doctor Colombres que la priora ya había cumplido con exceso su mandato, y poseía denuncias que le imputaban un desempeño desprolijo. Resolvió entonces reemplazarla por Sor Peregrina de San José. Además, separó de su función de capellán al padre Isidoro Fernández, fundador del convento, y también a los confesores Pascual Arze y Lorenzo Aznarez, además de ordenar una visita de inspección.
Envió al comisionado Isasa para hacer cumplir sus órdenes. Pero cuando Isasa entró al convento, un grupo de monjas se sublevó a los gritos, desconociendo la autoridad de Colombres y oponiéndose al reemplazo del capellán. Isasa calmó el alboroto de momento, “metiendo en sus celdas, como prisioneras de guerra” a las que más gritaban.
El problema convulsionó a la feligresía de Salta. El gobernador Martín Güemes –hijo del general- intercedió ante Colombres. Pero este consideraba necesario castigar a las sublevadas y ordenó una segunda visita, a cargo de fray Pedro Pelichi. Pero las monjas también lo desacataron. La Curia designó entonces un juez especial para sumariarlas y designarles confesores “ad hoc”, medida que fue resistida por las religiosas.
Se apeló finalmente a Paraná, al internuncio Mariano Marini. Este encargó al vicario de Jujuy, Escolástico Zegada, arreglar el ruidoso asunto. Zegada logró hacerlo, sin afectar “el principio de autoridad”, narra Centeno.